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Blowing in the wind

Hola amigos,

Os escribo desde uno de mis innumerables viajes intercontinentales. Hoy el avión se encuentra especialmente lleno, lo cual hace que mi espacio vital, siempre reducido, aún sea más estrecho que de costumbre. Menos mal que viajo con Laura Olea, querida compañera y mejor amiga, que se apiada de mí y de vez en cuando deja que mis maltrechas rodillas, doloridas de los accidentales choques con los carritos de las azafatas, se giren hacia su asiento.

Mi iPod siempre ha estado cargado de canciones muy variopintas, listo para acompañarme en mis múltiples y largos viajes transoceánicos. Laura siempre se ríe de mí cuando compartimos auriculares y le digo «Laura, tú pide una canción que llevo desde Bon Jovi hasta Juan Pardo».

Cuando la guitarra y la armónica de Bob Dylan comienzan a sonar con esos inconfundibles acordes de Blowing in the wind, siempre cierro los ojos y mi mente vuela irremediablemente desde el interior del avión hacia la Playa de la Malagueta. Atardeceres bañándonos en la playa, solo o con amigos, o con la familia. Momentos inolvidables de disfrute y de libertad. Y siempre con un imperceptible acompañante, ese airecillo de levante que refrescaba la salida del agua, erizando los poros de la piel.

El viento… Hoy nos empuja en nuestro largo vuelo. Y él sido nuestro principal aliado en esta travesía hacia el Oeste que comenzó en Junio de 2015. Ciertamente nosotros hicimos nuestra parte: teníamos un buen barco, la mejor de las tripulaciones con todos vosotros arrimando el hombro, un magnífico mapa y rutas trazadas por los sabios doctores. Pero ¿y el viento?

Recuerdo perfectamente la primera sensación que tuve tras mi primera salida del hospital. Había pasado un mes desde mi ingreso… Y lo primero que sentí fue cómo al atravesar la puerta del hospital, el viento acariciaba los pocos pelillos que aún quedaban en mis piernas. Con esa ráfaga de aire, mi vida se recargaba de energía y la sensación de libertad invadía la emoción del momento.

Misma emoción que me embarga hoy al ver salir del hospital a mi hermano Pablo Ráez tras su ingreso de sesenta y pico días… Sus palabras me hacen llorar, sobre todo cuando dice «…sentir el sol otra vez, sentir el viento… esto ya es de valorar». El viento de nuevo como elemento aliviador, como bocanada de aire fresco que repara las fuerzas… y que sigue empujando en su travesía.

http://www.diariosur.es/videos/malaga-capital/201609/21/pablo-raez-seguir-luchando-5135267270001-mm.html

Quizá por todo lo vivido, por la simbología que hemos utilizado estos meses navegando hacia el Oeste, por ese sentimiento de libertad, de vida que significaba sentir ese soplo de viento en el silencio de lo que nos rodea, decidí apuntarme a los cursos de iniciación a la vela. Descartados los deportes de alta energía por mi estado de salud (baloncesto, padel, etc.) todo me ha llevado a probar esta afición que nunca pude la oportunidad de practicar. Y heme aquí justamente probando sensaciones inolvidables: el barco, el capitán, el viento… y el silencio del mar. Mientras mi profesor sacaba esta foto, pensaba en la travesía que hemos pasado juntos. En mi confianza a pesar de lo negro de las nubes en el timón. En esa tripulación que hoy era mi amigo Juanjo y que habéis sido todos vosotros. Y en ese Viento, en forma de Espíritu Santo, que ha soplado y me ha empujado y acompañado atravesando aguas turbulentas y obrando el milagro.

Gracias doy a Dios y a la Virgen por haber sido ese viento que movía la embarcación. Esa brisa imperceptible que lo empapan todo y que no se ve ni se toca, simplemente se siente. La que ha saludado a mi hermano Pablo a la salida del hospital, en esta pausa en su travesía. La que impulsa mi vida cada mañana en un nuevo libro cuyas páginas comienzo a rellenar con ilusión y con dificultad.

Abro los ojos, y allí siguen los pasajeros del avión. Y mi amiga Laura al lado, me mira cómplice mientras suena la última estrofa…

Cuántas veces debe un hombre levantar la vista,
antes de poder ver el cielo.
Cuántas orejas debe tener un hombre,
antes de poder oír a la gente llorar.
Cuántas muertes serán necesarias,
antes de que él se de cuenta,
de que ha muerto demasiada gente.

La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento.
La respuesta está flotando en el viento.

Un abrazo. Yo confío. ¡¡¡VAMOOOSSS!!!

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8 respuestas »

  1. Me ha emocionado verte en el velero. He tenido que aumentar la foto para cerciorarme que eras tu. Entiendo que te atraiga cada vez mas el placer de ir navegando a vela, te lo dice uno que ha navegado algunas veces, quizas menos de las que me hubiese gustado. Tambien te dire que soy Patron de Embarcaciones deportivas pero ahora sin embarcación. Reme se acordará de «La Churra».
    Un fuerte abrazo.

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  2. A mí también me ha encantado verte navegar y me acuerdo perfectamente de «la Churra» Y de la Caleta. Desde la playa de la Malagueta veo con mucha frecuencia los veleros y lo que menos podía imaginar es que irías en uno de ellos. Nos alegramos muchísimo, seguimos navegando contigo y con Reme, deseosos de daros un abrazo.
    A Pablo lo sigo por la prensa y la televisión, rezo por él, estoy segura de que también saldrá adelante quisiera transmitirle mi FE en ello.
    Reme y Gabi que sigáis navegando y compartiendo amigos y emociones. GRACIAS
    UN FUERTE ABRAZO de toda mi familia

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  3. Qué maravilla Gabi, después de este año de dura navegación es un gustazo verte sobre aguas tranquilas, sol y brisa suave.

    Mucho ánimo y un fuerte abrazo a Pablo y a tí y a Reme un beso enorme. Seguimos navegando contigo 😊.

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  4. Ay gabi…y yo pensando…mi Pepa no nos ha dicho que te habias ido de viaje…jaja…Bueno..todo llegará. Lo que me ha encantado es tu foto en el velero…con esa sensacion de Vida, y Libertad…..Seguimos contigo es esta nueva travesia de aventuras que tienes por delante. Un beso enorme.

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