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El sonido del silencio

Hola amigos,

Los primeros rayos de sol despuntan al alba y se cuelan por las entreveradas lamas de la persiana de mi habitación. A pesar de que anoche me costó conciliar el sueño, esta mañana no hizo falta el despertador para empujarme fuera de la cama. Enciendo la radio, y me aseo mientras escucho de fondo las noticias y los encendidos debates de un lunes cualquiera… aunque hoy para nosotros no lo sea.

Preparo el desayuno. Tres tazas de leche con Cola-Cao, y un biberón calentito que Gabito apura veloz hasta la última gota en la cama con los ojos aún entrecerrados. Friego la jarra de té de mamá, ella ya salió hacia su trabajo hace más de una hora. Cepillo el pelo de Marta, que cruje al ir desenredando su ondulada melena color caramelo. Me pide con voz ronca que le haga una coleta con tres vueltas para que le dure toda la mañana. El microondas interrumpe la conversación al emitir su timbre de aviso.

Consumo despacio los últimos sorbos de mi taza. Elena en cambio remolonea absorta, haciendo tintinear la cucharilla dándole vueltas a la leche. El reloj marca las 8:35. Hay que irse. Bajamos los cuatro con cierta celeridad y caras de extraña ilusión. Miro orgulloso a mis niños, ¡cómo han crecido y qué morenitos y guapos están! Al llegar al colegio, en este primer día de clase de Septiembre, me sueltan la mano y corren raudos a disfrutar del reencuentro con sus amigos. Yo las mantengo extendidas hacia ellos, cual estela del barco que se aleja, intentando disfrutar el último suspiro de diez maravillosas semanas de convivencia diaria en este verano de 2018, tan diferente (gracias a Dios) a los de años anteriores.

Tras recibir abundantes y cariñosos saludos de padres y madres en la entrada, muchos de ellos contentos de verme bien de aspecto, me dirijo de vuelta a casa. En el Paseo de Reding, las motos y los camiones parece que hacen más ruido que de costumbre.

Entro cerrando suavemente la puerta, y me siento en el salón: estoy completamente solo. Diría más bien que abrumado por esa soledad. Respiro hondo, debería disfrutar de la paz y el silencio. Sin radio, sin timbres, sin cucharillas tintineando, sin el sonido del tráfico… Pero ya nada es como antes. Cuando la calma total inunda el entorno, de mis dos oídos brotan unos pitidos en forma de molestos acúfenos. Quedaron irreversiblemente dañados debido a la dura quimioterapia de Marzo de 2017. Desde aquella fecha, además de sufrir de sordera total en las frecuencias más altas, ya no he vuelto a experimentar la agradable sensación que supone escuchar el silencio…

Inicialmente me invade la melancolía. Hay cosas que irremediablemente se han perdido, y asumes sosegadamente que no volverán. Trato de escudriñar mi mente para intentar recordar cuál era aquel sonido del silencio. Sí, ese que la mayoría de vosotros todavía tenéis la suerte de disfrutar.

Por asociación de ideas – un ingeniero tiene el defecto de encadenarlas sin descanso – se me ocurre en ese momento ponerme los auriculares y buscar en el móvil la famosa canción de Simon y Garfunkel, «The sound of silence». Los acúfenos ceden terreno a los primeros acordes de la prodigiosa melodía… Hello darkness, my old friend, I’ve come to talk with you again.

Cierro los ojos, y a través de la canción comienza mi diálogo íntimo con esos melancólicos oscuros pensamientos… hasta que de repente la canción me habla, más bien me grita…

«Fools», said I, you do not know,
silence like a cancer grows.
Hear my words that I might teach you.
Take my arms that I might reach you.
But my words like silent raindrops fell,
and echoed in the wells of silence.

Estúpido, te advierto ¿no sabes que el silencio crece como un cáncer? En ese momento sonreí. Y me di cuenta de lo afortunado que soy pues todavía puedo escuchar los sonidos más preciosos del mundo: desde la cotidiana radio de todas las mañanas, hasta las olas del mar rompiendo en la orilla. O las melodías que son oración de mi Coro de San Miguel en nuestros ensayos de los viernes. Y, sobre todo, la cálida voz de mis niños cuando todo este verano me llamaban una y otra vez «Papá».

Terminada la canción, mantuve esa sonrisa durante mis quehaceres de la mañana. Eso sí, contando los minutos hasta el momento de que los niños vuelvan a casa para volver a quebrar mi imperfecto sonido del silencio.

Amigos, espero que disfrutéis de vuestros silencios, y aún más de vuestros cotidianos sonidos que, aunque a veces nos parezcan pesados o monótonos, son en realidad la música y el ritmo de nuestras vidas.

Un abrazo. Yo confío. ¡¡¡Vamooosss!!!

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21 respuestas »

    • Gracias Rosamary. No sabes en qué momento más oportuno me llega este comentario tuyo, cuando el dolor del costado aprieta más que de costumbre. Así que sí, aquí y ahora, apretamos los dientes y ¡vamos! Un beso muy fuerte 😘😘😘

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  1. Quisiera ser capaz de valorar tantos pequeños detalles cotidianos por los que tenemos que dar gracias y que nos pasan desapercibidos
    Me encanta esta canción.. Gracias por traerla a mi recuerdo.

    Un beso enorme.

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  2. Gracias Gabi!!! También hoy fue mi primer día de clase… porque en Asturias comenzaron este viernes los alumnos de la ESO…
    Yo hice un poco tu cambio «al revés»… del silencio, al ruido lleno de voces de adolescentes, en su mayoría, contentos por el reencuentro entre ellos y con sus profes.
    La sensación pasó del vértigo inicial de un nuevo curso lleno de incertidumbre, a la certeza de que estoy en «mi sitio»… de que Dios me colocó con cariño en medio de mis alumnos y compañeros para que yo pudiera encarnarme en sus vidas de cada día… y ser una mezcla de profe, mami, confidente… para ellos.
    Gracias porque, cuando de repente me desvelo a las 5 de la mañana, después de caer rendida anoche, me encuentro con tu post, que me ha hecho pararme en el silencio absoluto de la madrugada y hacer una lectura más profunda de lo vivido hoy…
    Vamosssss… que hay mucho por vivir, todo lo que Él nos quiera regalar, para que seamos regalo para los demás!!!!
    Un abrazo enorme para todos…

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  3. Gracias por compartir con nosotros tus vivencias…. por cierto, con esa calidad de escritura te podías plantear escribir un libro sobre tu lucha contra el cáncer. Yo también comencé las clases el día 12 en el instituto….. sería un regalazo para mis alumnos poder escucharte hablar de la vida, de la enfermedad, de tu experiencia de fe, dé Dios…vamosssss!!!!

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    • Jesus gracias siempre a ti. Y por supuesto te tomo la palabra porque no perderé ninguna oportunidad de reencontrarme contigo y si hay que ir a las islas a dar esa charla, yo encantado (si la salud me lo permite claro). Un fuerte abrazo.

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  4. Yo tengo acufenos desde siempre 😞 permanentemente, incesantes, pero claro no sé lo que es no tenerlos, no conocere nunca el silencio total 😭.

    Me alegro que sigas tan bien!! un abrazo.

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  5. Gabi, como sabes, siempre te comento tus nuevas entradas en privado. Esta vez lo hago por aquí -no veo por qué no- y como siempre no tengo palabras para expresar de forma adecuada cómo me congratulo con cuanto expresas y nos transmites. Tu decisión de hacerlo de forma periódica y regular hará bien a mucha gente. Me alegra sobremanera que hayas podido disfrutar de tu familia – y ellos de ti- esta larga temporada…y lo que queda.
    Esa complicidad compartida -que no necesita palabras y basta con cruzar la mirada y una sonrisa- es más elocuente que un rato de conversación, también necesario de vez en cuando. El silencio habla…sólo es cuestión de aprender a escucharlo. En tu caso, es indiscutible tu maestría y nos ayudas a escrutarlo, incluso entre líneas…por eso, no calles. Sé que no lo harás. Si lo hicieras…hablarían las piedras
    Un abrazo fuerte

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    • Hola Luis. Un placer tenerte por aquí. Aprovecho para agradecerte en público todo el apoyo que desde las “tramoyas” de nuestra querida parroquia de San Miguel me has brindado. Allí hemos vivido momentos increíbles, y silencios inolvidables… como aquella Pascua de Resurrección justo antes de proclamar el salmo…
      Te mando un abrazo fuerte y nos seguimos viendo cada semana si Dios quiere.

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    • Buenas canciones como las que compartíamos en aquellos vuelos interminables. O las que salían de mi MP3 volviendo de la oficina (recuerdas? Desde Juan Pardo a Bon Jovi…). La música me sigue inspirando, muchísimo. Un beso fuerte Laura. Yo también confío. 😘

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  6. Hola Gabi! Soy nueva en el barco y feliz de unirme. Estoy lejos en distancia física pero te tengo en mis pensamientos. Siempre has sido un máquina!!! VAMOOOSSSS. Me encanta leerte. Estás haciendo algo maravilloso en todos los sentidos. Ojalá que nosotros logremos darte al menos una pequeña parte de lo que tú nos proporcionas.
    Tienes una familia preciosa! 🙂

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  7. Querido Gabi, antes de empezar quiero disculparme porque no he estado pendiente del blog como a mi me hubiese gustado, las vacaciones, asuntos familiares de índole variada me han tenido ocupada estos últimos meses, y la verdad mi mente ante tanto trasiego tampoco estaba en condiciones de escribirte y disfrutar de la relajación que me produce hacerlo.

    Me ha encantado leer que estas bien y que todo progresa de la forma esperada, ese es el mejor silencio, el de una enfermedad ensordecida que que ya no grita aqui estoy. El silencio muchas veces es maravilloso, no sólo infunde paz y regala momentos para la reflexión, tambien es un indicador de que no hay ninguna alerta, de que todo está bien, y si el silencio sale de nuestro cuerpo nos dice que todo está funcionando adecuadamente, al ritmo, sin estridencias.

    Desde el primer momento que leí tu blog y conocí tu historia, con todos sus avatares, siempre tuve presente que era viable que después de someterte a los durisimos tratamientos por los que has pasado, los malditos altibajos de esta enfermedad tan cruel, quedaran en ti las cicatrices de tan angosto camino, yo siempre he oído que nuestro cuerpo tiene memoria y vaya si la tiene……es normal que un guerrero quede marcado después de una batalla por eso tambíen dicen que en sus cicatrices uno puede leer su historia.

    Aunque lamentablemente muchas de estas cicatrices queden para siempre, siempre hay que ser positivos y luchar por matizar las que si se pueden corregir y asumir con fortaleza aquellas que nos acompañaran siempre para recordarnos que hemos vivido, que hemos peleado, que nuestras vidas merecen tanto la pena que no nos hemos rendido, cuando asumimos que es así, que tuvo que ser así, comprendemos que las secuelas de una batalla son relativas, que no tienen tanta importancia, que hay mucho que si es importante de lo que podemos disfrutar y si para poder hacerlo tenemos que tener una señal en nuestro cuerpo, alguna molestia pequeñita , alguna dificultad manejable….pues aceptamos con coraje que debe ser, que llegar al final del camino tenia ese peaje.

    Tu sabes que Dios envia a sus guerreros predilectos a batallas durísimas, y no se pueden cambiar los designios Divinos, a ti te envió a una contienda para ganarla, para salir airoso del combate y eso no lo olvides nunca.

    Un abrazo muy fuerte y efectivamente Vamooosssssss..

    Marga

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