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Gracias, hijo, por esperarme

Hola amigos,

Hoy, 14 de Agosto de 2019, es un día muy especial. Hace justo cuatro años que volví a nacer. Gracias al trasplante de médula ósea, gracias a aquellas benditas células donadas por mi hermano, gané una vida extra, como en los videojuegos. Y menudo regalo nos dio la Virgen… Han sido cuatro años frenéticos, llenos de grandes dificultades, sin duda, pero también de numerosas satisfacciones. Os doy las gracias a todos los que leéis este blog, porque habéis sido una de esas grandes satisfacciones.

Celebración de los 4 años de «vida extra»

Pero tengo un personaje con el que especialmente quiero compartir esta alegría: mi hijo Gabi.

Querido hijo: el día de tu nacimiento, allá por noviembre de 2013, todo eran alegrías y parabienes. Viniste al mundo sacado directamente por las manos de tu madre, en aquella coqueta y moderna habitación del Parque San Antonio, rodeado de tu padre y tu abuelo Gabi. Tres Gabis en una sala, siendo tú el quinto Gabi Ramos en la saga. Llegaste para completar una preciosa familia. Tus hermanas, al verte, fruncían el ceño por el aroma que desprendías, y no entendían por qué las enfermeras se empeñaban en aplicar estas técnicas de la medicina moderna que indican que no se lave al bebé nada más nacer. Sin embargo, en seguida quedaron cautivadas por tu belleza en tu pequeñez.

Como padres, cuidarte fue sencillo, no sólo gracias a la experiencia previa con tus hermanas, sino porque eras un niño «bueno». De esos que todos los padres soñamos: dormir por la noche, comer bien, y sonreír desde muy pronto. Nuestra vida familiar parecía rodada: trabajo que a veces requería viajar lejos de casa, pero siempre volviendo con ganas de ver lo rápido que crecías.

Y apenas tras unos meses de tu vida… llega la leucemia de tu padre. De repente, todo se derrumba. Todo cambia. Papá desaparece por largos periodos, y mamá tiene que estar un día con vosotros y al día siguiente en el hospital. Recuerdo qué duro fue para mí decirte adiós nada más ingresarme desde la habitación en la quinta planta, mientras tú observabas sin entender nada desde la puerta de Urgencias. Muchos pensaban que tú eras demasiado pequeño para darte cuenta de lo que ocurría; pues tenías 18 meses por aquel entonces, y apenas hablabas… Sin embargo, meses despues, estaba yo en casa y venías tú con mamá por la calle, y al asomarme a la ventana y gritaros «hola Gabi», tu reacción fue decir «holaaa Papi, ¿estás otra vez en el hospitaaal?». Todos enmudecieron impresionados por cómo la imagen de tu padre ingresado podía haberse quedado tan marcada en tu cabeza…

Tu infancia pasó sin poder acompañarte en tus juegos. Sin poder enseñarte a caminar con firmeza, pues yo mismo me balanceaba sin fuerzas y apenas me sostenía en pie. Sin poder enseñarte a nadar. Sin poder cogerte en brazos y apretarte fuerte durante horas… Recuerdo cómo, con cuatro años, te llevé por primera vez de compras en el coche, y en mitad del viaje me dijiste: «oye papi, ¿y tú cuándo has aprendido a conducir?». Claro, nunca me habías visto hacerlo antes…

Poco a poco empezamos a ser más cómplices. Papi se convirtió en «paporro», y jugábamos juntos a ser la pareja de moda, «los Gabis», que hacían todo tipo de peripecias y aventuras juntos. «Los Gabis van a la oficina», y nos poníamos unas camisas con corbata y nuestro maletín en la otra mano. «Los Gabis van de excursión», y montábamos un picnic improvisado en el salón…

«Los Gabis» se van de fiesta de año nuevo

Cuando hay algún evento deportivo en la tele, eres el primero en sentarte a mi lado, preguntar quién juega, y seguidamente decirme: «papi, ¿y tú quién quieres que gane?». Te encanta leer libros, empapártelos con rapidez, hacer matemáticas… todo lo que suponga poder pasar minutos conmigo.

Ha pasado el tiempo muy rápido, querido hijo. Ya eres un hombrecito de cinco años, que va a entrar en Primaria en apenas un mes. Mi pequeño niño parece que se ha esfumado en mitad de una bruma de ingresos, dolores, quimios y demás acontecimientos clínicos… Sin embargo, hoy, en la playa, hemos compartido uno de nuestros mejores momentos: nos hemos escapado de tus hermanas y tus primos, hemos cogido el colchón, y hemos remado mar adentro. Y allí, querido hijo, has hecho algo tan sencillo y conmovedor… te has tumbado apoyado en mi costado, ese que está horadado por la infección y tan castigado por este proceso demoledor, y te has quedado en silencio. Quizá, querido Gabi, sólo necesitábamos sentir eso que parece que nos habían robado: un padre que coge en brazos y siente a su hijo piel con piel. En silencio. Sencillo y bello.

Querido hijo: gracias por esperarme. Tu padre sigue caminando por senderos difíciles, pero con el objetivo claro de regalaros a ti y a tus hermanas todo el amor que pueda atesorar. Te quiero mucho.

Un abrazo, amigos. Feliz feria de Málaga. Viva la Vida. Yo confío. ¡¡¡Vamooosss!!!

Feliz Feria 2019. Foto editada por @ecobaby_5d

15 respuestas »

  1. Me dejas sin palabras , Gabi 4º, qué ternura, amor, sufrimiento en la espera… Eres, sencillamente magnífico, amigo. Hoy al fin recibes tu merecida recompensa ¡ disfrutar a tope de tu familia! Muchas Gracias habrá que dar, sin duda, pero has ofrecido tanto y por tantos que bien mereces todo lo que hoy puedas compartir feliz con tú inapreciable familia, al frente de la cual está tú no menos maravillosa Reme. Que Dios no deje de bendeciros en eterno agradecimiento por vuestra entrega incondicional a Él. ¡Siempre adelante!
    Un gran abrazo. Ramón
    Enviado desde mi iPhone

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  2. Que sentimientos más puros y de enorme corazón. Enhorabuena por tu fuerza de vivir y la familia que te rodea. Mucha fuerza. Un abrazo sin conocerte. Viva la vida, si señor, y con sonrisas mucho mejor.

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  3. Que imagen tan bonita Gabi, irradia tanta felicidad !! Una imagen tan habitual pero con tanto significado……….como me alegra verla. Que bonitos son los momentos de verdad compartidos con nuestros seres queridos. Gracias por compartir tus momentos únicos con todos nosotros.
    Un beso enorme… yo confío … vamossss

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  4. Gabi, qué difícil expresar por escrito lo qué he sentido al leerte, simplemente decirte que me he quedado sin aire en los pulmones y no he podido retener unas lágrimas, que no eran ni de alegría ni de tristeza sino de la emoción de ver en ti el ejemplo de un superheroe de la vida, de un padre enamorado de su familia, de un amigo al que quisiera abrazar fuerte. Ánimo cuñao, de todo corazón, que Dios te siga bendiciendo.

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