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Vivir sin instrucciones

Hola amigos,

Espero que todos estén lo mejor posible. Por mi parte, me encuentro confinado y resguardado al máximo, y por ahora sin síntomas de esta terrible enfermedad.

Os escribo de nuevo desde mi humilde experiencia como enfermo de leucemia, que ha vivido largos ingresos confinado sin defensas en habitaciones de hospital, para evitar contagiarme de cualquier microbio.

Imaginaos esta situación: Gabi lleva más de cuarenta días encerrado en una habitación de hospital. Su día a día consiste en una larga lista de rutinas encadenadas definidas por doctores, enfermeras y auxiliares: toma de la temperatura, analíticas, ahora desayuno, ahora visita del doctor, ahora limpian la habitación, ahora camina para no perder tono muscular, ahora descansa, ahora tómate tus medicinas… Así, Gabi no dedica ni un solo segundo a tomar decisiones: otros las están tomando por él. Únicamente debe ejecutar tareas.

De repente, llega el día del alta. ¡Gabi, vete a casa a continuar tu recuperación! Te vistes con ropa normal tras más de cuarenta días en pijama. Pisas emocionado por primera vez la calle. Y comienza una nueva etapa, una fase para la cual ya no hay órdenes constantes, sino que eres tú quien debe traducir las instrucciones que recibiste al despedir a los doctores y enfermeras.

Creedme: la inicial sensación de alivio y libertad generada por la noticia del alta, se transforma en una serie infinita de temores y preguntas… La doctora dijo que evitase aglomeraciones… ¿Puedo salir a caminar hoy paseo marítimo? Es domingo y quizá haya demasiada gente y me puedo contaminar… o demasiado frío todavía y me puedo resfriar. ¿Podré comer en ese restaurante? No hay mucha gente, pero ¿estará la cocina suficientemente limpia? Me encantaría dar un abrazo a este amigo… pero igual me infecto. ¿Y a los niños, puedo darles un beso cuando llegue a casa? ¿Voy a misa con mascarilla? ¿Y si alguien se pone a toser en el banco de atrás? Preguntas, y más preguntas… y un denominador común a todas ellas: las respuestas las tienes que dar tú solito. Ya no están a tu lado el doctor, o la enfermera, para responderlas por ti.

Nos encontramos ahora justamente en esa misma transición. En unos días, pasaremos de recibir órdenes constantes de lo que debemos hacer en cada momento, a comenzar a tomar nuestras propias decisiones. Y puede que surjan también en vosotros esa serie infinita de temores y preguntas… He aquí algunas conclusiones basadas en mi experiencia:

  • Traduce las instrucciones generales a tu entorno diario: recibiremos instrucciones a veces demasiado genéricas, ya que es imposible particularizar para cada situación concreta. Por tanto, nos toca a nosotros adaptarlas. Para evitar darle excesivas vueltas a la cabeza (que lo único que hace es multiplicar las dudas), ayuda mucho hacer esta «traducción» por escrito, creando tu pequeño «libro de instrucciones personal/familiar».
  • No es obligatorio hacer todo lo que está permitido: la reacción natural en este cambio de fase es pensar que, tras tantos días confinado, «tengo que aprovecharme al máximo de todo lo que ahora está permitido». En absoluto. No hay que agobiarse por ello: realiza aquellas actividades permitidas que de verdad vayan a aportarte equilibrio y beneficio. Y no planifiques aquellas que te vayan a suponer demasiado estrés o agobio en su ejecución.
  • Crea rutinas «repetitivas» que te den seguridad: a la hora de realizar una actividad, intenta definir rutinas que refuercen tu confianza y hagas de disfrutes de la misma sin preocupaciones extra. Por ejemplo, define un orden concreto para ponerte y quitarte los mecanismos de protección (guantes, mascarillas, etc). O si eres propenso a tocarte inconscientemente la cara, utiliza alguna prenda (pañuelo, capucha, bufanda…) que te recuerde que no debes hacerlo. Esto hará que te centres en disfrutar de la actividad que realizas (paseo con los niños, compra, etc.), y no desperdicies energía en agobiarte por «no cometer errores»,
  • Precaución no es igual a obsesión: Relacionado con lo anterior, nuestro objetivo es poner medios de precaución, pero eso no debe convertirse en una obsesión. No existe el riesgo 0. Así que una vez definido tu «libro de instrucciones», simplemente síguelo de forma sistemática, sin agobios.
  • Haz tu parte: un temor frecuente es «yo me protejo y cumplo con las normas, pero ¿y si la gente no lo hace?». Aquí la respuesta es clara: céntrate únicamente en lo que tú puedes controlar, y no te paralices por el pánico ante el riesgo de qué harán los demás. No dejes de planificar tus actividades por este temor.
    Igualmente, a la inversa, no bajes la guardia con las normas de protección porque el resto las incumpla. Piensa en la carretera: que todos de repente vayan a 160 km/h no convierte esa velocidad en permitida ni en adecuada.

Por último, la clave de todas las normas: utiliza siempre el sentido común. Habrá innumerables ocasiones donde haya que improvisar: sed responsables y dejad que sea el sentido común (y no vuestro deseo espontáneo) quien os guíe.

Amigos, seguimos caminando con confianza. Os mando un fuerte abrazo virtual, con un deseo de salud para todos vosotros.

Yo confío. ¡¡¡Vamooosss!!!

4 respuestas »

  1. Como me acuerdo de mucho de tus recuerdos, vividos desde otro ángulo claro, nada que ver con.la primera persona del singular. Estoy contigo Gabi, Creo contigo. Si, es el.momento de dejar el automático y traducir las normas a nuestro entorno. Muchas gracias por esta perspectiva envuelta en luz, para este tiempo de oscuridad. Con la ayuda de D. Vamooosssss

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  2. Me encanta la lectura de tu blog, Totalmente de acuerdo contigo céntrate únicamente en lo que tú puedes controlar, y no te paralices por el pánico ante el riesgo de qué harán los demás. No dejes de planificar tus actividades por este temor.Ya que vivir con miedo es no vivir.

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