Hola amigos,
Nos encontramos en una situación insólita, inesperada e indeseada por todos. Aquella pandemia que asomaba sus primeras sombras por el mes de febrero, sigue con nosotros aparentemente más activa y amenazante que nunca.
Ante una situación así, es normal que afloren los miedos. Los humanos no estamos diseñados para vivir en la adversidad. Ni tampoco nos lo enseñan en ninguna asignatura del colegio. Por eso, en estas circunstancias, siempre es bueno aprender de aquellos que han tenido que vivir así… desde siempre. Quizá en ellos podamos encontrar las claves para sobrellevar estos tiempos tan convulsos.
Por eso, hoy os quiero hablar de mi amiga Silvita. Ella es una niña de 14 años, rubia y espigada. Si te encuentras con ella es inevitable acabar echando unas risas, debido a su desparpajo y a su forma sencilla y simple de analizar y contar anécdotas del día a día que para nosotros pasarían desapercibidas.
En su corta edad, Silvita no ha tenido una vida fácil. De hecho, más bien, Silvita es un milagro viviente. Su historia de superación constante comienza en el vientre de su mamá. Tras ocho meses y medio de un embarazo aparentemente normal, en una última ecografía de rutina descubren que Silvita tiene un problema grave en sus dos riñones, «incompatible con la vida» según el diagnóstico de sus doctores. Lo que debía ser una secuencia festiva se convirtió de repente en un drama casi insoportable. Silvita recibió el bautismo a toda prisa nada más nacer y justo antes de llevársela a la UVI pediátrica. El tránsito del parto dio lugar a la triste espera del devenir de los acontecimientos. Una espera silenciosa, donde lo único que podíamos hacer los amigos era compartir el llanto de sus padres y aferrarnos a un milagro que parecía imposible. Pero aquella niña de rostro angelical y penetrantes ojos azules tenía un destino diferente al que habían definido los doctores. Silvita se agarró a la vida y conquistó primero las escasas horas del nefasto pronóstico, luego fueron días, y más tarde semanas de lucha incansable en aquella incubadora. Hasta que logró su primera victoria: salir del hospital e ir a casa.
El tiempo fue pasando entre severos controles hospitalarios y un amplio arsenal de medicamentos que sus padres llevaban cuidadosamente ordenados a cada sitio que íbamos la pandilla de amigos, todos con nuestros carritos pues todos habíamos sido padres recientemente.

Silvita crecía rodeada del cariño de toda su familia, poniendo la vista en su siguiente objetivo vital: un necesario trasplante de riñón que permitiera aliviar los suyos, maltrechos por la enfermedad, y darle un segundo impulso de vida a su cuerpo. Y ahí es donde aparece de nuevo su madre, Silvia. En el nacimiento de Silvita tuvo que hacer de tripas corazón y dar a luz en mitad de aquella profunda y dolorosa tiniebla. Ahora, de nuevo, se ofrece a regalar lo más profundo de sus entrañas por su querida niña de seis años: Silvia fue la donante del necesario riñón para Silvita. Durante el trasplante, en enero de 2013, sus amigos seguimos muy de cerca el día a día en la estancia en aquel hospital sevillano.


Pasaron un par de semanas hasta que recibimos el mensaje tan deseado: «Nos dan el alta». Con infinitas precauciones, emprendieron el viaje de vuelta a casa. Recuerdo cómo aquella fría tarde de enero salí a dar un paseo con mi hija Elena, de la misma edad de Silvita, y le contaba mientras caminábamos que ella había vuelto a casa. De repente, al doblar la esquina, nos encontramos a Silvita con su cara sonriente, caminando a paso ligero. Nuestra cara de asombro la transformó rápidamente en sonrisa cuando pronunció un sencillo «¡Hola! Es que he llegado de Sevilla y quería dar una vuelta para recordar cómo era el barrio«. Me quedé impresionado con el espíritu de superación ante la adversidad que podía tener esta niña…
Silvita fue creciendo en altura, y gracias a Dios también en salud. A pesar de los continuos controles, poco a poco fue integrándose en esa vida que llaman «normal» y que para los que hemos pasado por un trasplante nunca llamaremos «rutinaria» y sí «extraordinaria». Durante mis múltiples y prolongados ingresos, siempre he tenido a mi querida Silvita como referencia para poder navegar situaciones dolorosas, a veces límite.
En junio de este año, mientras el mundo se preocupaba de en qué fase estábamos, a qué restaurante se podía ir o cuántas personas se podían reunir, nuestra Silvita ingresaba en el hospital debido a una infección de origen desconocido y complejo. El frágil equilibrio de los parámetros de su cuerpo se rompía en una espiral que se fue complicando más y más. Paso por la UCI, medicamentos que no terminaban de hacer el efecto esperado… desesperanza y miedos que volvían a pulular el ambiente. Las semanas pasaban en el hospital una tras otra, lentamente, y el cansancio hacía mella en los que estaban al cuidado de Silvita. Pero tras 10 semanas de incertidumbre y cambios de hospital, ella, una vez más, era capaz de sobreponerse. Y al poco de salir, uno de las primeras cosas que quiso hacer fue quedar para vernos. Allí estaba ella, ya hecha toda una adolescente, pero con la misma mirada angelical que transmite alegría, confianza, paz y esperanza. Una mirada que eliminó de un plumazo todas mis estúpidas preocupaciones por la siguiente analítica, por el próximo PET que me haré en octubre, por el intermitente dolor en mi cadera que me provoca falta de flexibilidad y una visible cojera…

¿Quién soy yo para quejarme? ¿Por qué voy a hacer de mis preocupaciones el centro de mi vida? ¿De verdad estoy preparado para navegar las circunstancias? Preguntas que afloran y pierden sentido al ver cómo una niña de 14 años ha vivido sus propias circunstancias y afronta ahora los siguientes pasos de su recuperación, con un futurible trasplante de hígado en su horizonte a medio plazo…
Gracias, Silvita, por dar sentido a las palabras de Santa Teresa de Jesús, que hoy he podido cantar junto a mi Coro de San Miguel:
Ya no durmáis, no durmáis,
Santa Teresa de Jesús
pues que no hay paz en la tierra.
No haya ningún cobarde,
aventuremos la vida.
No hay que temer, no durmáis,
aventuremos la vida.
Amigos, en estos momentos de incertidumbre y elevada crispación, seamos capaces de aventurar la vida como lo hace Silvita: comprender, aceptar, adaptar, sonreír y caminar. ¿O es que la vida no es un maravilloso y milagroso regalo?
Un abrazo a todos. Yo confío. ¡¡¡Vamooosss!!!
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Buenos dias Gabi: me alegro mucho de volver a leerte despues de tanto confinamiento y desequilibrio en nuestras vidas, mucho trabajo y mucha organización y demasiada incertidumbre; pero ahora ya todo mas o menos organizado dentro de esta nuestra nueva normalidad. Antes de seguir un respetuoso abrazo para todas aquellas personas que de forma directa o indirecta hayan sufrido este tremendo virus, mucha fuerza para todos y que el creador nos acompañe en este trayecto del viaje.
Me ha alegrado la mañana saber que todo va razonablemente bien y tienes un aspecto estupendo, me alegro mucho , un abrazo para ti y para los tuyos.
cuidate y ahi, como estamos todos tratando de esquivar esta situación de la mejor manera posible.
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Gracias Marga. Pido perdón por la larga ausencia. Son tiempos de protección y de cautela, pero también de esperanza. Vivir en ese equilibrio con la incertidumbre es un arte que seguimos aprendiendo todos.
Te agradezco todo tu cariño y tu compañía cercana 😘😘😘
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Ohhhh, sin palabras… ❤️
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Querido campeón. Gracias por los elogios para otra campeona, mi nieta Silvita. Para mí sois dos ejemplos de superación. Hay un video, que veo con frecuencia, en donde veo a Silvita bailando y cantando, contando su vida, pero con optimismo. El mismo que demuestras tú.
Un fuerte abrazo. A Silvita le daré un beso virtual.
El veterano coronel
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Ya sabes que os quiero muchísimo a la familia y que tanto a ti como a silvita os tengo en mi pensamiento y mis oraciones además tenemos un ange que se llama Maria que nos cuida desde la tierral
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Emocionado tras leerte, haber cantado ayer a dúo “aventuremos la vida” y haber incorporado a mi oración tus intenciones por este ángel rubio.
He leído el blog desde la primera entrada.
Es mi primer comentario.
Gracias por enseñarnos tanto con tu testimonio
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Gracias a ti Pedro por unir tu voz a la mía para cantar que solo Dios basta. Y gracias por tu comentario y por estar desde el principio ahí. Nos queda mucho por cantar y por rezar juntos 🙏
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Vamos campeones!!!!
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Gracias por el recuerdo de Silvita y cómo nos lo entregas. Gabri, dale de mi parte un abrazo a ella y su madre. Lorenzo Orellana
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Un abrazo para todos! Animos!
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Ánimos familia!
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He encontrado tu blog de vivencias personales y estoy aprendiendo sobre blogs en mi ciclo
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