El 2 de junio de 2015 era un día cualquiera de un mes cualquiera de mi vida. Como cada mañana, el Gabi padre levantó, vistió y acompañó a sus hijos en la subida de la empinada cuesta para dejarlos en el colegio. A continuación, el Gabi marido estuvo junto a su esposa Reme en el momento decisivo de su tercer (y último) examen de oposiciones a funcionaria. Finalmente, el Gabi ingeniero llegó a su empresa y mantuvo horas y horas de frenéticas reuniones con los equipos de trabajo que dirigía: más de 120 personas dispersas entre las oficinas de Málaga, Japón, India, Hungría, Croacia, España, México y Estados Unidos.
Al finalizar la jornada laboral, noté cómo se acentuaba un dolor de espalda que llevaba días, puede que semanas, sin que yo le prestara la más mínima atención. Gracias a la persuasión de mi querida compañera y amiga Emma, desvié mi habitual ruta de vuelta a casa y me detuve en una clínica para estrenar mi seguro médico y solicitar que me prescribieran unos masajes que aliviasen aquellos dolores. Sin embargo, lo que allí encontré fueron unas demoledoras palabras: «Usted tiene leucemia, cáncer en la sangre». Palabras que, sin yo saberlo, certificaron la muerte de mi vida anterior y el comienzo de una nueva forma de existir.
Pensarás, querido lector, que la vida que se inició aquel 2 de junio de 2015 ha estado marcada por los ingresos hospitalarios, los efectos secundarios del tratamiento y del trasplante de médula, o el caprichoso devenir de una enfermedad incontrolable, cuyas complicaciones sobrevenidas ni siquiera están documentadas en algún libro de medicina. Seguro que intuyes que los sentimientos predominantes han sido el dolor, el sufrimiento, la frustración y una insoportable sensación de incertidumbre. Podría, de hecho, aprovechar la efeméride de hoy para recrearme en la amplia lista de pérdidas que he tenido que pagar como peaje: una enfermedad hepática crónica que algunos días me deja agotado y sin poder levantarme, la sordera permanente de mi oído izquierdo, diabetes, artrosis de cadera…
No te voy a quitar la razón: la leucemia seccionó mi trayectoria profesional, ha mutilado y sigue mutilando partes de mi salud y ha eliminado para siempre otras muchas pequeñas rutinas de mi pasado. Pero esa misma leucemia también me ha proporcionado un regalo a través de la dolorosa forma de tratamiento para su sanación: un aprendizaje a vida o muerte encerrado durante más de 200 días en una habitación de aislamiento. Enfrentarme a la soledad completamente incomunicado me puso unas gafas nuevas para ver toda mi existencia en perspectiva. Entre aquellas cuatro paredes aprendí a escuchar mi alma, a llorar de miedo, a compadecerme de mí mismo y perdonarme, a apretar los dientes y levantarme una y otra vez, a dar sentido al dolor, a mirar con otros ojos… Aquellas intensas experiencias me permitieron destilar mi realidad, analizar mis acciones pasadas y definir cómo deseaba vivir mi vida desde ese momento, durase lo que durase.
Desde aquel 2 de junio de 2015 nada es como antes. En realidad, siento en lo más profundo de mi corazón que todo es mejor que antes. Mi paso por el cáncer, del que soy un milagroso superviviente, me ha facilitado las mejores herramientas para subsistir en el «mundo de los sanos» del que tú también formas parte, y al que a veces denominas «rutina» o «pesada carga». Ahora valoro la vida: poder levantarme cada mañana y darle gracias a Dios por un nuevo día. Ahora entiendo el sentido que tiene mi existencia: utilizar cada gramo de energía en generar amor para dar a los demás, y recibir el amor regalado por los demás.
Gracias a Dios, al acierto de los médicos y a vuestro cariñoso empuje he podido acompañar los últimos años de vida de mi padre, y también he podido devolver cuidados a mi madre en su propia convalecencia contra el cáncer, celebrando junto a ella su 70 cumpleaños (de muchos más que están por venir). He vivido la pandemia y el confinamiento por el COVID como una oportunidad de recuperar el precioso tiempo perdido junto a mi familia. He participado en la boda de mi hermano y he visto crecer a mis preciosos sobrinos. He organizado el 50 cumpleaños de mi querida esposa Reme, para así desquitarnos del amargo poso que dejó la sobrevenida enfermedad tras celebrar sus 40. He podido asistir a las bodas de oro de mis suegros, a las comuniones y a las graduaciones de mis hijos, e impulsar la aventura de nuestra Elena como estudiante de medicina en Bilbao. Pude celebrar con mis queridos compañeros, esos que me animan cada mañana con un ¡vamooss!, el 25 y el 30 aniversario de nuestro paso por Maristas. He sido testigo de ¡¡¡siete títulos!!! del Unicaja Baloncesto, y hasta he podido comentar esos triunfos en trepidantes tertulias radiofónicas. He transformado mis habilidades profesionales en ayuda altruista en la iglesia a través de las catequesis, los prematrimoniales junto a mi Equipo 80, las presentaciones sinodales y la música junto a mi querido coro de San Miguel.
Soy consciente de que el Señor y la Virgen me acompañan muy cerca desde el momento en que mi vida anterior se quebró en mil pedazos. Y fueron ellos quienes me ayudaron a crear una nueva vida, escribiendo sus primeros renglones en una página en blanco con tinta de sangre. El Señor me regaló una vida extra, como en los videojuegos, con una misión nítida: acompañar e iluminar el camino de quienes sufren esta maldita enfermedad llamada cáncer, y agarrar de la mano a quienes transitan ese oscuro túnel. Pisar el terreno sagrado de los enfermos, para penetrar situaciones y lugares donde nadie quiere estar. Por ejemplo, esas habitaciones de aislamiento (como mi querida 609), donde parece que el mundo termina, y en realidad son un manantial del que brota la vida más pura. Los Manolo, Borja o Pablo de hace 10 años hoy se llaman Alfonso, Alfredo, Javier, Pastora, Mónica o Carmen. Y aquí estoy y estaré, para ellos y por ellos.
Esta misión también incluye hablarle a los más jóvenes. A través de mis charlas en los institutos he podido tocar los corazones de más de 6000 chavales, muchos de los cuales han respondido generosamente con la donación de sangre y de médula. Y también el Señor ha iluminado la escritura de mi libro Y TÚ, ¿ESTÁS CURADO?, a través del cual habéis ayudado a dos ONG (Fundación Josep Carreras y Fundación CUDECA) con más de 10.000€, y con el que he sido testigo privilegiado del milagro de cómo su lectura ha cambiado y cambia vidas a través de mi humilde testimonio.
Hoy, 2 de junio de 2025, ya no es un día cualquiera de un mes cualquiera. Como no lo han sido ninguno de los 3653 días de estos últimos 10 años. En este nuevo día, en el que celebro la alegría y el regalo de la vida, mi recuerdo agradecido es para quienes desde el cielo impulsan y dan sentido a mi camino. Viven en mí, y yo en ellos. Y mi agradecimiento eterno es para mi esposa Reme, mi familia y mis famigos por vuestro cariño incondicional.
Seguimos adelante cada día en esta misión de ser Peregrinos de Esperanza, de transformar dolor en amor, … hasta que Dios quiera. ¿Me sigues acompañando? Y tú, ¿estás curado? #YoConfio. ¡Vamooosss!
P.D: Os dejo un regalazo que me ha hecho mi querido profesor de física y matemáticas, Cirilo Gutiérrez, en forma de poema:
INGENIERO MISIONERO: VIVIENDO Y REPARTIENDO AMOR
Cirilo Gutiérrez Quijada
Hay personas diferentes
con criterio y buen hacer
que reman contra corriente
conservando esencia y ser:
desechando el parecer.
La mejor vereda eligen,
aunque sea con dolor,
aceptando lo que viene.
Y transforman en amor,
la vida, que es el gran don.
Pueden llegar duras pruebas
con desazón y con baches.
Incluso, parón en seco,
tras tiempos de brillantez
de existencia en resplandor.
El miedo y la muerte acechan
del viaje en un recodo,
tratando de cercenar
ilusiones, sobre todo.
Y al futuro condenar.
Es momento de agarrarse
a pilares contundentes
que no arrase este tsunami:
famigos en el vibrar,
con fe, que todo ilumina,
y amor en el caminar.
Renovado en cada instante
anhelo, sin ansiedad,
construyendo un muro nuevo
para poder retirar
de la vida, lo sobrante,
y que importe lo demás.
Abriendo un trayecto nuevo:
el sendero del amor.
Ayudando al plan divino
como humilde mediador.
Su misión continuando
con sencillez y valor.
Manteniendo los principios,
con esperanza y paciencia,
en actitud de servicio:
siempre fuerte, en trascendencia.
Pues no hay mejor camino
que el ser muy fiel a la esencia.
Conocer a Gabi ha sido
un regalo y mucho más:
un orgullo, un privilegio,
una alegría vital.
En su fase de estudiante
en Maristas, por demás,
brillantez en cada instante:
estudio, deporte y paz.
Transmitía equilibrio,
sensatez, serenidad;
estaba bien definido:
modestia y felicidad.
Cuando casi hace diez años
su existencia un giro dio,
tuvo que echarle redaños,
pues la leucemia llegó.
En esta segunda etapa,
con vientos de otro lugar,
hubo de abrir un nuevo mapa,
protegiendo lo esencial.
Vivir a tope las horas,
disfrutando lo presente:
con actitud positiva,
de las personas, pendiente.
Sin buscar fama o trofeos,
retirar, restar dolor,
sin tapujos ni rodeos,
con las gafas del amor.
Que aunque el tiempo venga recio,
no cambies, Gabi, no cambies:
maneja bien tu bajel.
Que tu entrega y donación
cubran tu entorno de aroma,
sin necesitar diploma.
Que tu firme decisión
ilumine, cuide y mime.
Y sin forzar, siempre anime.
Que tu cariño y candor,
broten siempre de tus manos,
en cercanía de tu hermano.
Que tu vida siga siendo,
como ayer y ahora lo es,
un continuo amanecer.
P.D: Gracias hermano César por celebrar conmigo este décimo aniversario con tu generosidad desbordada en una travesía solidaria

Categorías:Vivencias personales

BRAVO!!!
Muchas felicidades Gabi… Eres un ejemplo para todos. Simplemente… Grande.
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Enhorabuena!!! Enorme y gratificante. Aprendo de ti. Fuerte abrazo
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Como siempre, me alegra mucho saber de ti. Me encanta que continúes con esa fuerza, transformando el dolor en amor y entrega.
Un abrazo.
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Muchísimas gracias, Isa. Un abrazo enorme para ti también.
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Muchísimas felicidades, querido Gabi. Transformadoras palabras y llenas de optimismo. Un fuerte abrazo.
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Muchas
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Me alegra que estés sano.
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