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Sombras nada más

Hola amigos,

Los días, las semanas, pasan volando. Se ha creado una sensación de cierta calma y rutina en el entorno, síntoma inequívoco de que la situación, al menos, se está estabilizando, incluso mejorando. Sensación, que por cierto, reconforta muchísimo.

Atrás han ido quedando las largas tardes de transfusiones sanguíneas semanales. La incertidumbre por los valores de cada analítica. Los ingresos de periodicidad mensual por cualquier atisbo de infección severa o cambio radical en los parámetros del hígado. Y ciertamente uno se va haciendo el cuerpo a esta nueva etapa.

La vida a mi alrededor vuelve a esa «rutina» de la que muchas veces hemos hablado. Reme ha regresado ya plenamente al trabajo, y cada mañana suena su despertador a las 6:20 y la veo marcharse, tan elegante como siempre, mientras entreabro un ojo y lo vuelvo a cerrar para seguir durmiendo. Me levanto a las 8:45 para decir un «adiós» a las niñas que salen hacia el colegio. Mis mañanas las paso con Gabito, compañero de juegos y reflexiones (que ya habla como un «viejo» y entiende todo lo que ocurre a su alrededor). Paseos reparadores empujando el carrito que, además de ser un placer como padre, sirven para ejercitar los todavía inexistentes músculos de muchas partes de mi cuerpo.

Los sábados y domingos comienzan a distinguirse ya del resto de días. Paso más tiempo con ropa de calle que con el chándal de estar en casa. Las niñas demandan planes, muchos de los cuales todavía imposibles de ejecutar, como atisbando ilusionadas la salida de un túnel.

Señales, síntomas de que volvemos a tener, aunque sea en un porcentaje pequeño, lo que se viene a llamar «calidad de vida», y que no es más que un concepto subjetivo que cada uno condimenta con aquello mínimo necesario para ser feliz. Concepto que en mi caso, y como lección aprendida a martillazos, ha quedado reducido a muy pocas cosas, os lo aseguro…

En esta aparente balsa de aceite, llegó hace una semana de forma traicionera un dolor intenso, inesperado, cual puñalada trapera. Un dolor justo en la zona derecha del vientre. Penetrante, fulminador. Un dolor que automáticamente trajo a mi cabeza las sombras de los peores momentos vividos por el EICH… Mismo sitio, misma intensidad

¿Qué era aquello? ¿Por qué ahora? ¿Y por qué ahí? Creedme que esas sombras son peores que el mismísimo dolor… Ha sido una semana difícil, semana en la que me he tenido que repetir muchas veces aquello que escribía al principio de este blog: «El cáncer puede afectar físicamente muchos órganos, puede doler, pero lo que no puede controlar es tu voluntad, tu cabeza y tu fe».

Tras las pruebas hemos descartado de momento que sea un repunte del EICH (gracias a Dios). Parece más bien que ha sido una infección estomacal que ha afectado a las partes más sensibilizadas por el EICH. Tal y como llegó, el dolor se fue… hasta más ver.

Y es que, como dice la canción, «Sombras, nada más». Ahora ya luce el sol. Aprendamos. Disfrutemos. Confiemos. VAMOOOSSS!!!

Foto cortesía de enfocandosonrisas.files.wordpress.com

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10 respuestas »

  1. ¡Qué buena definición de «calidad de vida», Gabi! Y lo digo porque estamos haciendo un estudio sobre este concepto y me encanta que hables de la importancia de condimentar para ser feliz, que no depende de uno solo sino de los que están a tu alrededor, incluso virtualmente. Ya has dejado mucho atrás y, como dice Mercedes, te seguimos acompañando en este camino, que también superarás!! Vamooossss!!! Un fuerte abrazo, Marian

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  2. Seguiremos rezando para que el sol brille cada día con más fuerza y si alguna nube asoma por el horizonte para que el viento se la lleve rápido, antes siquiera de poder hacer sombra. Estamos contigo!!! Un besazo.
    Nosotros confiamos!!! VAMOSSSSS

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  3. Que alegría Gabi tener buenas noticias tuyas. Me alegro de corazón que todo vaya p’alante, que poco a poco toda la familia vuelva a una rutina que en tu caso no incluya continuas transfusiones de sangre y visitas continuas al hospital entre otras cosas. Disfruta de los paseos con tu hijo que por experiencia ya sabes que en nada se hacen mayores y después se añora mucho esos momentos.
    Vamooooossssss Gabi que ya queda menos. Un besazo muy fuerte.

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  4. Hola querido Gabi. Qué alegría volver a leerte… de todo lo que escribes me quedo con ese día a día que describes con tu gordito disfrutándolo mucho. Piensa que eso te lo perderías en otras circunstancias, asi que a sacar lo bueno que te está trayendo la vida en estos momentos. Lo del sustillo del dolor, me alegro que haya pasado ya..
    No sabes las ganas que tenemos de verte y a tu mujercita, a la que mando un beso bien grande tambien y otro para tí enorme.
    Tus fans seguimos a pie de cañón.

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  5. VOLUNTAD, CABEZA y FE!!!!!!!! Que verdad tan GRANDE , Gabi!!!!! No se le puede añadir nada más!!!! Os mandamos un abrazo fuerte !!!!! Nosotros tambien confiamos!!! VAMOOOOOOOS!!!!!!

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  6. Hola Gabi!
    Hace ya mucho que no dejo un comentario por aquí…
    Me alegro mucho de que sigas caminando con buen paso hacia la recuperación. Tu post sobre tu visita al trabajo me encantó. Me hizo recordar aquella bonita etapa que compartimos y de la que guardaré siempre un precioso recuerdo.
    Un abrazo fuerte y a seguir avanzando!
    Juan.

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  7. Hola Gabi, nos alegra que el susto por ese dolor repentino haya pasado sin más consecuencias. Y sabes que leemos cada entrada tuya con mucho interés, pensando sobre todo en tu salud, pero además, por la
    dosis de esperanza y ánimo que transmites a los que formamos parte de este blog y te seguimos desde el principio con cariño.
    Tu recuerdo de la canción Somos sombras, nos trae a la memoria el siguiente texto de E. Galeano donde expresa de forma genial que también somos fuegos: Un mar de fueguitos

    «Un hombre del pueblo de Negua, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.

    A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.

    -El mundo es eso – reveló-. Un montón de gente, un mar de fueguitos.

    Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.»

    Ese eres tú, un fuego que arde de tal forma que enciende siempre al que está cerca.

    Un fuerte abrazo, y vamos… siempre vamoooooossssss….

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