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Desde lo alto

Hola amigos,

En primer lugar, quiero enviaros a cada uno de vosotros un mensaje de agradecimiento. La acogida y el seguimiento que están teniendo mis últimos posts y el rediseño de la web me llenan de alegría. Vuestro cariño, como siempre, sigue siendo gasolina para el motor que lleva nuestra embarcación por el camino de la curación.

Médicamente sigo con bastantes dolores y molestias en el costado izquierdo. Intermitentes y cada vez más intensos cuando aparecen. Esperaremos esta semana, pero si continúan así hablaré con los doctores para definir si debemos intervenir de nuevo con más radioterapia. Os iré informando.

Mi amigo César es un hombre alto, fornido y muy deportista. Le gusta salir a correr bien temprano, y es aficionado a esas carreras modernas de larga distancia, «Ultra Trails» creo que las denominan. Una de ellas es la «Subida al Sierra Nevada«, larga travesía veraniega, en gran parte nocturna, de 100 kilómetros, en la que la meta se encuentra a 3100 metros de altitud. Durante la misma, el pasado Julio, tras quince horas de prueba, recibo de César, con voz jadeante, un cariñoso audio de WhatsApp:

Subiendo ya el Veleta, Gabi. Esto es lo duro. Cuatro kilómetros y uno totalmente vertical . Y cuando coronemos, hablaremos con el que tú tienes mano.
Aquí se está más cerca de Dios.

Aquellas palabras se me quedaron grabadas en el corazón. Allí, en lo alto de la montaña, César se sentía «más cerca de Dios». Así que, empujado por ese mensaje, y con cierta incredulidad inicial, decidí ir yo mismo a experimentar esa misma sensación de proximidad.

Pero, ¿por dónde empezar? Como buen ingeniero, tracé una hoja de ruta donde la distancia o el tiempo necesario no era ninguna limitación. Así que traté primero de encaramarme al edificio más alto. Y allí estaba yo, dentro del claustrofóbico ascensor lleno de personas que ascendía a tal velocidad que hasta los oídos crujían por el cambio de presión. Al llegar arriba, salí a la terraza del piso 89 de aquella gigantesca torre en medio de la gran ciudad. Entusiasmado e inquieto, miré en todas direcciones… pero no vi a Dios. Sólo me llamó la atención, al bajar la vista, la cantidad de personas que, cual minúsculas hormigas, desfilaban por las calles en todas direcciones. Pero no quise perder más tiempo en ellas… y proseguí mi búsqueda.

Top of the Rock

Seguidamente, me dirigí (tras un largo viaje en coche) a la más escarpada garganta creada por la naturaleza. 1600 metros de desnivel, en un paisaje desértico, con el sonido del viento como único acompañante. Esperé pacientemente, me concentré cerrando los ojos… pero allí tampoco vi a Dios. Únicamente llamó mi atención el río de agua rojiza que discurría allí abajo, al final de la pared vertical. Qué vértigo sentí asomándome para contemplarlo. Pero no me detuve a admirar aquel paisaje formado sin intervención humana, tras millones de años de erosión. Mi misión era otra, ¡encontrar a Dios!

Gran Cañón

Dudaba ya de si César habría sufrido más bien una alucinación, cuando hice mi último intento. Decidí ir lo más alto que me fuera posible, y tomé un avión transoceánico. Allí, a 11000 metros de altitud, miré insistentemente por la ventanilla. Nada. Tampoco vi a Dios. Con cierta tristeza, abandoné la idea de encontrarle, ni en aquella aeronave, ni en ningún otro lugar elevado. Comenzaron en ese momento unas ligeras turbulencias. Las bandejas de los pasajeros se zarandeaban ruidosas, y por precaución el capitán suspendió temporalmente el servicio de cena a bordo que se estaba sirviendo. A mi lado, una chica joven se muestra inquieta ante tal panorama. Saca un rosario de su bolsillo, y en un perfecto inglés comienza a desgranar las bolitas rezando avemarías. Yo simplemente la ignoro, centrándome en mi propia frustración por lo infructuoso de mi búsqueda y cansado después de tanto esfuerzo en balde…

23-07-2018 06-45-39

Una vez de vuelta en casa, me reencontré con César en la siguiente misa en San Miguel. Le conté los pasos de mi búsqueda y el negativo resultado de la misma. Tras acabar mi relato, le lancé la obvia pregunta: «Oye César, ¿pero cómo pudiste ver tú a Dios?». Él esbozó una ligera sonrisa, y me explicó: «Gabi: yo sólo sé que recorrí los 100 kilómetros y ascendí aquella montaña ofreciendo mi esfuerzo por tu curación. Y al llegar a la cima, Dios transformó mi inmenso cansancio en inmensa gratitud».

Inmediatamente, me di cuenta que yo había subido a todos aquellos sitios únicamente por mi afán egoísta de encontrarme con Él. Y que en realidad, Dios se me había manifestado en el rascacielos, enseñándome la pequeñez de mi propio ser cuando observé a aquellas personas en miniatura cual hormiguitas yendo de un lado para otro. Dios se me mostró en lo alto de la escarpada garganta, mientras contemplaba la grandeza de su creación. Y el mismísimo Jesús me recordó en aquella aeronave que sigo aquí vivo gracias a la intervención de su Bendita Madre.

Con las ideas claras y con total determinación, ayer cogí el coche y me dirigí al lugar donde empezó todo. Subí de nuevo, en secreto, a la planta sexta de Carlos Haya. Allí, a través de la ventana, desde lo alto, fijé la vista en los mismos paisajes que me acompañaron durante las largas semanas de mi aislamiento. Podía notar en cada parte de mi cuerpo las diversas secuelas de todo este doloroso proceso. Más de tres años de camino por difíciles travesías. Mi propio «Ultra Trail»… Y de repente, en aquel lugar, mi dolor y cansancio se transformó en amor y gratitud. Y recordé escenas inolvidables de cómo ese amor se ha materializado, a través de personas maravillosas. Fue entonces cuando lo vi. Allí estaba Dios. Nos dimos un fuerte abrazo, en el que pude descargarle mis temores, mis ilusiones y mis inquietudes. Y Él se despidió diciéndome: «Gabi, continúa tu misión. Sigue poniendo tus talentos al servicio de los demás. Amando a tu hermano como a ti mismo».

Amigos: ojalá seamos todos constructores de un mundo mejor a través de ese mandamiento del amor. Porque, como dijo el Maestro, «nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos».

Un abrazo. Yo confío. ¡¡¡Vamooosss!!!

Cesar y Gabi

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17 respuestas »

  1. GABI, te acabo de leer y me has emocionado tanto que verdaderamente creo que eres un instrumento de Dios y espero que podamos disfrutar de tus experiencias durante muucho tiempo. A través del sufrimiento y la enfermedad nos ayudas a ver con tus ojos lo que ahora mismo no podemos apreciar los que lo tenemos todo y no valoramos nada. Gracias una vez más y no dejes de escribirnos. Belén

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  2. Querido vecino: Te agradeceré sigas con este blog (o como se llame) por el bien que nos hace. No dejes de escribir cuando estés del todo curado, pues tus escritos sirven de curación para nosotros. Un fuerte abrazo

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  3. Emocionante lectura y magníficas imágenes que has podido disfrutar y compartir trasmitiendo esa VIDA que Dios te da y tu compartes.Nos sirve de bálsamo al igual que a ti
    A Dios lo llevamos dentro en forma de energía llamada AMOR, recibe la energía de mi familia y la mía y nuestras oraciones
    San Miguel está cerca, te esperamos en la feria de Velez!!

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  4. Gabi, me he emocionado mucho al leer tu blog, se nota que escribes con el corazón y en tu corazón esta Dios.
    Sigue escribiendo porque transmites un inmenso amor!
    Yo confío!! Vamossssssssssssss!!!!

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  5. Bueno Gabi,lo hablamos a primeros de Septiembre cuando -emocionada-quedé para verte.
    Eres mediante tu palabra ,un evangelizador de nuestro tiempo. Lo tengo claro desde hace mucho tiempo.
    Tu palabra (como dice la canción eucarística)me da vida.
    Es maravilloso leerte Gabi,escuchar cada palabra que emites. Es un regalo cada vez que escribes,es un acto de tú gran generosidad.
    Al igual que yo,seguro que muchos de los que aquí te leemos,sentimos que contigo estamos un poco más cerca de ese cielo.
    Profundamente desde el corazón,vamos !!!!

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  6. Yo me lo estoy encontrando ahora, día a día, en mis alumnos… siempre que los escucho, los miro a los ojos y me olvido de mí misma, de mis inseguridades ante los alumnos que no conozco aún, mi cansancio preparando mil papeles a los que no veo mucho sentido…

    Como dices… no depende de la altura depende de la mirada… Un besazo y ya nos irás contando novedades!!!

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  7. Hola Gabi!
    Animo en el camino, sigo leyéndote con mucho cariño. Gracias por este regalo de blog.
    Me hice donante hace meses, es de las acciones más reconfortantes que uno puede hacer.
    Un fuerte abrazo!
    Juan.

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  8. Querido Gabi, acostumbro a leer por orden cronológico los post, me entristece notarte tan decaido en este maravilloso relato y espero que te animes y puedas superar las etapas de dolor que irremediablemente quedan después de tanta lucha.

    Buscabas a Dios?…me alegro de que tu busqueda diera resultado y que te reconfortara el abrazo que te dió, pero si me lo permites te diré que no debiste esforzarte tanto, porque Dios está contigo desde el minuto uno de tu lucha, está presente en tu actitud, en tu esfuerzo, es el que te sostiene durante el dolor, la frustación y la angustia…está en la mirada de tus hijos, en la de Reme en la belleza de tu entorno, de tu familia de tus amigos (que es lo que te motiva todos los dias para seguir), mira si tienes a Dios cerca que jamas he leido en tus post que tirabas la toalla.

    Dirás tu, y como esta mujer esta tan segura de esto?….lo estoy porque has transitado un camino muy dificil y nadie puede hacerlo solo, no lo dudes Gabi en cada paso que das Dios te acompaña y te hará llegar a la curación, estoy convencida.

    un abrazo
    MARGA

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