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El generador de la vida

Hola amigos,

Son días de tensa espera. Mi cuñada Vito cuenta las horas que faltan para el nacimiento de su tercer hijo. Se encuentra ilusionada y también algo fatigada por las limitaciones de movilidad propias de la situación.

La mañana del 4 de Septiembre suena mi teléfono. Respondo, y la voz de mi mujer me comunica las novedades:
– Ya ha empezado. Está con contracciones y van para el hospital.
– ¿Y dónde va a ser el parto? ¿En el Materno, como estaba previsto?
– No. Están en el Parque San Antonio. Han tenido que cambiar de planes para ser atendidos por su ginecólogo.

En ese momento una multitud de sensaciones encontradas brotan de lo más profundo de mi alma. Tantas, que me mantienen en un absoluto bloqueo por varios minutos…. Mi sobrino está en camino. Un nuevo niño viene al mundo. Una nueva vida. En el Parque San Antonio.


Mi padre, el Doctor Gabriel Ramos, decidió un día especializarse en pediatría, más concretamente en neonatología. Niños recién nacidos, en particular los prematuros. Recuerdo a mi padre llevándome de visita por las incubadoras en el nido del Hospital Civil, o el Hospital Clínico. Me admiraba el cariño y la profesionalidad con el que trataba a aquellos bebés tan pequeñitos, que apenas superaban en algún caso el tamaño de la palma de su mano. Y la dulzura con la que hablaba a los padres, siempre dándoles esperanza en circunstancias tan difíciles. Las enfermeras se acercaban a mí durante aquellos paseos, y me comentaban que el Doctor Ramos, además de sus conocimientos científicos, tenía un talento singular: la capacidad de mantener y transmitir la calma en los minutos más críticos con su sola presencia, sosegadas palabras y una sonrisa.

Posteriormente nacieron mis hijos, y mis sobrinos. Allí estuvo mi padre, acompañándonos en las largas horas de espera mientras las fases del parto iban desarrollándose. En ese momento donde surgen todos los miedos e incertidumbres, él ponía su nota de humor que era mucho más efectiva que cualquier dosis de epidural o medicamento antiestrés. Siempre en segundo plano, silente, sin hacer ruido… y a la vez tan presente. Tras el alumbramiento, cogía orgulloso a sus nietos y les realizaba su primera exploración. Solía entonces llamar a mi madre (a la conocía como nadie) para transmitirle en directo los sonidos de primeros llantos, señal de que todo estaba en orden. Y ya sí entonces alguna lágrima se le escapaba a nuestro querido Doctor Ramos…

Mi padre enfermó de pancreatitis en Noviembre de 2016. Tras unas penosas semanas ingresado en el Parque San Antonio, falleció el primer día de Febrero de 2017. Aquel periodo lo viví con gran tristeza y frustración por no poder visitarle todo lo que quise, debido a que mis bajas defensas me impedían permanecer en un recinto hospitalario más que algunos breves minutos.

Un Parque San Antonio donde también yo había vivido mis propias penurias. Cuando comenzó mi enfermedad en Junio de 2015, ingresé allí (¡el primer ingreso de mi vida!) con muchos síntomas ya perceptibles: anemia severa, fuertes dolores lumbares y mucha fatiga. Pasé ingresado más de una semana requiriendo transfusiones, sin embargo no fueron capaces de darme un diagnóstico certero y tuve que ir a rastras hacia Carlos Haya para que sí definieran nítidamente el nombre de mi enfermedad…


Y hoy, 4 de Septiembre de 2018, mi sobrino Antonio se dispone a nacer. Y, paradojas de la vida, en mi mente dos pensamientos empujan e intentan ensombrecer esta maravillosa noticia: la ausencia de mi padre, y el volver precisamente a un lugar de tan ingrato recuerdo, y que no visitaba desde su fallecimiento.

Al llegar a las inmediaciones del Parque San Antonio, es inevitable mirar el balcón de la habitación 105, la que ocupó mi padre. Se agolpan los recuerdos, por ejemplo aquella mañana de Reyes Magos donde papá, sacando fuerzas de todavía no sé dónde, se levantó de la cama y salió allí para tirar con una cuerda del saco de los regalos que le habían dejado en casa bajo el árbol y que habíamos transportado con cariño hasta la puerta de la clínica.

Y de repente, algo muy especial e íntimo brota de mi corazón. Mi padre está allí. Se asoma de nuevo a ese balcón y, sonriendo, me dice: «ven, Gabito, ven a ver a tu sobrino que ya ha nacido. Todo ha salido muy bien. Ya verás cómo se parece a tu cuñado».

Entro en el edificio y subo rápidamente a la primera planta. Siento de nuevo que en la puerta de la habitación está él, mi padre, vestido con su bata blanca y el fonendo al cuello, sonriendo. ¡Qué guapo, y que paz transmite! Me saluda con sus «típicas» palmitas (juntando las dos palmas de las manos y aplaudiendo con rapidez con los dedos). Y seguidamente me sigue por el pasillo hasta la habitación en donde se encuentra mi sobrino recién nacido. Allí toda la familia se deshace en elogios y piropos alrededor de un pequeño niñito, de labios carnosos, negro pelo y una mirada serena y tierna que te atraviesa el alma. Me aparto un poco y aprovecho para besar y felicitar a mi cuñada, que a pesar del cansancio y los efectos de la anestesia, me responde con un nítido mensaje: «Tu padre ha estado en el paritorio, allí en una esquinita, con nosotros, de forma silente y transmitiéndonos su tranquilidad con sus bromas de costumbre». No pude más que responderle con una sonrisa, diciéndole «lo sé, estoy seguro de ello».

Cuando me giro de nuevo, mi padre ya no estaba. Se retiró, silente, para acompañarnos en la siguiente aventura. Quizá ahora se encuentre sentado al lado de los doctores que cuidan de mi leucemia, iluminándoles. O allí en Colindres jugando con Paulita y Óscar mientras toma una cerveza con mi hermano Miguel. También estoy seguro que nos volveremos a ver en el próximo partido del Unicaja. Porque tú, Papá, no te has ido. Y porque, como cuando estabas vivo, tu vocación sigue siendo ayudar a generar vida allí donde te encuentres.

Nada ha sido casual: hoy no faltaste a tu cita, una vez más, para traer vida y transformar para siempre en luz lugares tan oscuros en mi memoria como el Parque San Antonio. Querido papá, sigue cuidándonos desde el cielo, y ahora también a nuestro querido sobrino Antonio.

Un abrazo. Yo confío. ¡¡¡Vamooosss!!!

Papá con Elena (filtro)

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16 respuestas »

    • Gracias a ti Lorenzo. Por tus palabras. Por tus oraciones. Por todo lo que nos has dado y nos das en tu labor como sacerdote. Recuerdo cuando llegaste a San Gabriel, de las primeras cosas que dijiste: “Sonrían, estén sonrientes. Dios no los quiere tristes”. Trato de aplicarlo, humildemente, desde entonces. Un fuerte abrazo.

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  1. Gabi, lo primero enhorabuena por el nacimiento de Antonio.
    Tu relato como puedes imaginar , me ha conmovido porque mi primo Gabriel , «mi hermano querido» lo tengo siempre en mi recuerdo y tus palabras, relato y fotos
    me han conmovido…Seguro que está cuidando de todos y especialmente de ti. Os quiero
    GABI…VAMOS!!!!!! Mil besos

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  2. Enhorabuena por el nacimiento de Antonio.
    Tus palabras me han traído muchos y bonitos recuerdos. En unos días cumpliré 41 años. También tu padre fue el pediatra que me trató por primera vez en mi vida y unos días más tarde se convirtió, junto con tu madre, en mi padrino. Todo fue en el hosi tal civil, mi madre siempre me lo contó con mucho cariño y aun conservo fotos de ello.
    Cuando hace casi once años di a luz a mi primer hijo, me lleve una grata sorpresa, por la puerta de la habitación del hospital Materno Infantil en la que nos encontrábamos apareció él para revisar a mi pequeño. Me quedé un poco bloqueada, hacía muchos años que no nos veíamos, pero algo me decía que era él. Le hice saber quien era, nos saludamos y me dijo que tenía un niño sano y fuerte. Le dí las gracias y me quedé con una sensación de paz.
    Siempre os recordé con mucho cariño y espero que os cuide mucho.
    Vamos, yo confío!

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  3. Primero enhorabuena por tu sobrino!! Que alegría !!
    Empezar a leer y llenarme de lágrimas… de lágrimas de recordar a tu padre … los niños han venido a preguntarme que me pasaba… jeje…
    Que buenos ratos hemos pasado con él, que persona tan humana… siempre con una sonrisa..lo has heredado de él.. y si no es heredado, es mamado… jejej
    Que bonitas tus palabras Gabi… estoy segura de que él está a vuestro lado siempre !!
    Muchas fuerzas!! Os queremos mucho familia!!

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    • Ay Sonsoles… claro que hemos pasado tantos momentos juntos en el Emperatriz. Aquellas acampadas. O los juegos abajo con las bicis. O las olimpiadas en la piscina… mientras los padres jugaban al dominó. Desde luego que tenemos ya a varios allí arriba que nos cuidan porque nos quieren. Un beso 😘

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  4. Qué grande tu padre Gabi! Y siempre presente en el nacimiento de nuestros niños, las dos veces tus padres han sido las primeras visitas y por supuesto tu padre les hizo el reconociento. Enhorabuena por el nuevo sobrino.

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  5. Desde el Cielo tienen mas capacidades para ayudarnos que desde aquí,es experiencia propia, no los vemos pero lo sentimos.
    Emotivo relato y «generador de VIDA»
    El te sigue cuidando
    Un gran abrazo

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  6. Muchas felicidades por el nuevo integrante de la familia Gabi. Que alegría volver a leerte. Claro que sí, los nuestros nunca se van, siguen con nosotros como Ángeles de la Guarda. Ya queda menos para vernos Vaaaaaamossss

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  7. Gabi, soy Marian la hermana de Eva Villares, yo tuve la suerte de trabajar con tu padre, tanto de residente como luego de adjunto, no puedo estar más de acuerdo contigo, de él no sólo aprendimos pediatría, aprendimos el cariño, la sensibilidad, la empatía, la sonrisa siempre, daba igual la hora, tantas cosas que no nos enseñan los libros y que son incluso más importantes para nuestra profesión. Siempre lo recordaremos con mucho cariño.
    Dale la enhorabuena y un beso enorme a Vito por el nuevo «fichaje».
    Mucho ánimo y a seguir luchando, un abrazo.

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    • Marian… una vez más qué pequeño es el mundo… Tus palabras me llenan de emoción sin duda. Reflejan el mismo vivo recuerdo de mi padre que yo he sentido. De corazón te doy las gracias. Un abrazo para ti también 😘😘😘

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