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Observación

Hola amigos,

La semana después de las fiestas navideñas es siempre dura para todos. Empieza un nuevo año y las rutinas y prisas vuelven a llenar nuestras vidas.

En mi caso, tras unas fiestas maravillosas por tantas escenas vividas y disfrutadas y por haber estado fuera del hospital y «aceptablemente estable», mi semana ha sido también algo ajetreada. El lunes en la revisión identificaron que el intestino grueso se ha puesto algo más rebelde con el EICH de nuevo. Es un episodio moderado por ahora, pero hemos tenido que aumentar la medicación  para prever que la situación se descontrole.

El domingo día 10 también tuve que visitar el hospital, pero en esta ocasión para una transfusión de refuerzo, dado que los niveles de anemia estaban ya rozando los límites tras 18 días sin necesidad de transfundirme (todo un éxito). Así, ésta era la primera vez que acudía a Urgencias para iniciar este trámite, ya que normalmente las transfusiones están planificadas a través de la consulta, y see realizan en días laborables, el hospital de día.

Aunque la situación era nueva, conté con la inesperada presencia y ayuda de mis amigas las doctoras María del Mar y Yolanda, siempre atentas y amables, que me guiaron por el proceso. Debéis tener en cuenta que yo soy un paciente transplantado e inmunodeprimido, y me presento en la zona de Urgencias Generales para transfundirme sangre junto con otros enfermos de tipo infeccioso, o con peligroso riesgo de contagio. Debo por tanto ser muy prudente y precavido. En esta ocasión me dispusieron en un sillón en la zona llamada de «Observación», una zona aparentemente tranquila.

Y esa tarde me dediqué precisamente a eso. A observar. Los profesionales de nuestro querido sistema sanitario tienen mucho mérito. Trabajan en un entorno tenso y de estrés. Y lo que debería ser un domingo tranquilo se puede de repente complicar en sobremanera. La escena que describo a continuación sucedió esa tarde, y es verídica; he modificado simplemente los nombres de los enfermos para mantener el anonimato…

Domingo por la tarde. Mientras yo esperaba mi sangre, únicamente un chaval a mi lado recibe aerosoles mientras plácidamente lee una revista. ¡Qué ambiente de tranquilidad! Solo falta música de violines para echarnos todos una siesta… De repente, un celador trae a Antonio en silla de ruedas. Antonio es un señor de unos 65 años al que también le cuesta respirar. Se le nota fatigado. Lo sientan en otro de los sillones de observación y le aplican aerosoles.

Desde el principio, Antonio anda inquieto. Está quejicoso. Sin embargo los lamentos, lejanos inicialmente, suben progresivamente de volumen y empiezan a molestar al resto de la sala… que inevitablemente empezamos a pegar el oído:

¡¡¡Son las 18:30, y hasta las 20:00 no dejan pasar a los familiares!!! ¿No van a dejar pasar antes a mi mujer?

La enfermera Carmen, la más paciente que he visto en todos estos meses, sale fuera a buscar a la mujer de Antonio. Sin embargo, Carmen vuelve sola:

– Antonio, he ido expresamente a buscarla, y ahí fuera no está su mujer.

– Ya ya, si ella está en casa y vendría luego, yo lo estaba diciendo para cuando llegase…

Cara de circunstancia de Carmen y de los que estábamos alrededor… Seguidamente, continúan los gritos, ahora referidos a problemas urinarios…

– ¡¡¡Señoritaaaa!!! Esta señora no debe hablar malagueño porque no me entiende… ¡¡¡Señoritaaaa!!! ¡¡¡Tráigame la cuña que me estoy meando!!!

La enfermera Carmen trae la cuña, junto con el biombo de cortina verde quirófano para rodear a Antonio que tenga algo de intimidad. Antonio inmediatamente reacciona airado:

– Señorita, pero para qué me pone aquí este fantasma… ¡¡¡Haga usted el favor de quitarme el fantasma de delante!!!

– [La enfermera Carmen decide a partir de aquí hablar muy despacio y con todas las essses para que se le entienda «mejor»] Don Antonio, si es para que no le vean sus intimidades.

– Yo soy un hombre y esto que yo tengo es de un hombre y no hace falta taparlo con ningún fantasma. ¡Quite eso!

Al quitar la cortina, Antonio busca complicidad en otros enfermos y le pregunta al chico de los aerosoles y las revistas:

– Oiga, ¿usted entiende a esta señorita? Yo es que creo que no es malagueña…

El enfermo, harto ya de tanto jaleo con Antonio, le responde con claridad:

– La entiendo perfectamente, y por lo que veo mucho mejor que usted…

Antonio se rinde, temporalmente:

– Ojú qué «saborío» todo el mundo aquí hoy…

Al menos yo me libré de la pregunta de Antonio, probablemente hubiera sido más diplomático pero igual de tajante…

En esto, para terminar de convertir la aparentemente tranquila tarde en un capítulo de Hostal Royal Manzanares, aparece otra enferma, ésta va en su carrito eléctrico manejado por un joystick de forma autónoma por el hospital. En la primera acometida, veo que se dirige a una velocidad respetable hacia mí. Me llego a asustar tanto que subo las piernas para evitar un choque directo con mi sillón. Sin embargo la enferma, Aurora, frena a menos de un metro justo a tiempo.

El acompañante de Aurora llega unos segundos después, tras ella. Jadeante, solo repite:

Aurora no puedes correr tanto que no te alcanzo.

Trato de observar qué le ocurre a Aurora… Pero su cara parece ida. Absorta, apenas pestañea. Y así es: llega la doctora de inmediato que le habla fuerte y directa:

– Hola, ¿cómo se llama señora?

[silencio, cara de absorta, mirada al infinito]

– Señora, usted se llama Aurora. ¿Lo sabe?

[silencio]

– Señora, ¿y usted sabe dónde estamos?

– Eeennnn… En casa.

– Nooo, señora, estamos en el hospital.

La «conversación» continuaba mientras me preguntaba: ¿cómo la señora que ahora está absorta pudo conducir el vehículo eléctrico por el hospital a toda velocidad sin chocarse con nada ni nadie?

Acabada la conversación, la señora mágicamente recobró movimiento en su mano, y comenzó a maniobrar con el joystick del cochecito, sin cambiar eso sí el rictus en su rostro. En un principio entendí que intentando «aparcarlo», moviendose alante y atrás. Luego, de repente, volvió a salir disparada hacia el pasillo de nuevo, con su acompañante gritando al fondo «esperaaaaaaaa que no te alcanzooo«…

Me dijeron que Aurora había entrado con una sobredosis de medicación y estaba atontada. Para hablar puede que sí, para conducir estaba al nivel de Fernando Alonso… 😊

La tarde y la noche continuaron con los gritos de Antonio, incluso a su Santa esposa, y los paseos sin control de Aurora. Mientras el milagroso líquido rojo seguía entrando por mis venas.

Tuve después una larga y bonita conversación con las doctoras María del Mar y Yolanda esa misma noche. Hablamos de la gran vocación que ellas mantienen a pesar de vivir situaciones tan cómicas y desesperantes, incluso algunas más desagradables de falta de respeto por su persona y su profesionalidad. Pude ver cómo brillaban sus ojos de tristeza contando casos y casos de desprecios, vejaciones, malos tratos por parte de enfermos y familiares… pero cómo esos ojos se volvían a llenar de ilusión y energía hablándome desde el corazón de la verdadera vocación que las hacían mantenerse allí: salvar vidas, tomar la decisión acertada, ser la que actúa para que el camino sea el correcto, gestionar equipos de sanitarios para hacer realidad el milagro noche tras noche.

Dios os bendiga, María del Mar y Yolanda. Sois de las personas que he conocido accidentalmente, «gracias» a la enfermedad. Y me alegro y doy gracias a Dios por ese encuentro. Mantened vuestra fortaleza, vitalidad, energía, proactividad y sobre todo el cariñoso trato y talante en todo lo que haceis. A pesar de Antonios, Auroras, y que la transfusión acabó cerca de las 2 de la madrugada, de toda esa tarde «observando» me quedo con ese regalo en forma de conversación… y con el ejemplo de paciencia de la enfermera Carmen. 🙂

Un abrazo, amigos. Apoyemos a nuestros buenos profesionales, ¡tenemos tantos! Yo confío. ¡¡¡VAMOOOSSS!!!


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24 respuestas »

  1. Qué bien lo cuentas, parece que haya estado allí! La verdad es que trabajando de cara al público te das cuenta de la falta de respeto por el otro que tienen muchas personas… Aunque también ves a gentes maravillosas que te dejan ojoplático. Supongo que imaginas en que grupo os encuadráis tú y los tuyos.
    Un beso enorme!
    Vamosssssss!

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  2. Oye, lo cuentas de tal forma, que deberías empezar a escribir una serie para T.V. Hospital de día. O Urgencias. 😊

    Tu forma de «observar» a quienes te rodean y lo que tienes cerca, nos ayuda a los que leemos tu blog, a valorar cada día vivido. A estar con los ojos abiertos observando la vida día a día y valorando cada momento como único.

    Me encanta el sentido del humor y tú nos lo regalas en cada escrito, por duro que sea el momento. Y me encanta tu grandeza de corazón, que se lee entre líneas, cada vez que nos regalas una vivencia.

    ¿Cómo no confiar? Yo también confió.

    ¡Vamooooos!!

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  3. Hola Gabi. Ya echaba yo de menos tu ratito de lectura, aunque estaba tranquila pues te veo todos los domingos en misa,al entrar es lo primero que busco, y como gracias a Dios, por tu altura se te ve enseguida le doy gracias por verte. Tienes toda la razón, al hablar del os buenos profesionales de nuestra sanida, lo único que funciona mal es la burocracia. Un abrazo muy fuerte y a seguir luchando, que esa es la vida.y adelante

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  4. Por desgracia estar cara al público te hace encontrarte con gente muy desagradable,que se saben todos los derechos y eso hace que se pierda totalmente el respeto…gracias a dios hay gente maravillosa que hace que se te olvide esos individuos😉
    Sigue confiando en los grandes profesionales!! Vamos campeón!! 😘 😘

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  5. Ay Gabi, de momentos complicados sabes sacar siempre lo positivo. Eso es lo que tus nos enseñas en cada uno de tus posts. Increíble cómo describes la situación vivida, casi Almodovariana diría yo, cualquiera de nosotros no se la tomaría así. Espero que vengan días tranquilos después de la transfusión y que cojas de nuevo fuerzas para seguir la travesía. Te lo digo siempre, navegamos contigo, ahí estamos, animándote y sobre todo intentando aprender a vivir de la forma en que tú lo haces. Eres un ejemplo.

    Te mando un beso enorme, también a Reme y a tu familia. Yo confío !!! VAMOOSSS!!!

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    • Muchas gracias Viti… Un poco Almodóvar sí, porque olvidé mencionar el olor que traía la pobre Aurora de casa…
      Llevo días más fuertes ahora que aprovecho para cargar pilas física y mentalmente.
      Gracias por navegar conmigo. Me siento privilegiado por ello. Con buenas personas como tú al lado todo es mucho más sencillo. 😘😘😘

      Besos Viti!!!

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  6. Buenos días, Gabi. Qué buenas lecciones nos da la vida cuando observamos. Normalmente vamos muy deprisa y a lo nuestro de forma que no somos observadores de lo que ocurre, miramos pero no vemos, oímos pero no escuchamos. Y sin embargo, el comportamiento de las personas en situaciones difíciles nos dice mucho más de ellas que años de trato y amistad. Así es en la salud y en la enfermedad. Tanto en educación como en sanidad, el sistema con sus «recortes» se salva por las personas que vocacionalmente cumplen con creces su cometido. Gracias a ellas -el factor humano- tenemos uno de los mejores sistemas sanitarios.
    Nos alegra que sigas con tu ánimo de siempre a pesar de los inevitables altibajos del proceso que lentamente te lleva, nos lleva, al puerto de la curación. Un abrazo enorme para ti y los tuyos. Vamooooooooosssssss!!!!!!! Confiamos.

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  7. Gabi con lo que nos cuentas… Creo que el EICH da menos miedo que esas señoras sin rumbo fijo motorizadas, seguro!!!

    La verdad es que hay mucho poco agradecido y poco respetuoso.

    Te digo lo que diría mi querida abuelita Paca cuando tengas que volver a urgencias… Gasta cuidao!!!!

    Vamosssss!!!!

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  8. Gabi: Lo que nos cuentas hoy, dentro de la triste falta de respeto que algunos enarbolan, me ha hecho sonreir y preguntarme ¿Pero donde te han puesto para transfundirte? Hace falta la Guardia Civil para regular el trafico. Bromas aparte. Tu espiritu alegre nos trasmite alegria. Un fuerte abrazo y ADELANTEEEE.

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  9. ¡Qué buena narrativa, Gabi! Yo tengo amigas enfermeras y son dignas de admiración. Un verdadero ejemplo de vocación y profesionalidad, al igual que médicos y personal sanitario. ¡¡Vamoosss!!!

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  10. Los hospitales o las salas de espera de los centros de salud son buenos observatorios de la conducta humana. ¡Cuántos libros se podrían escribir con situaciones acaecidas en esos sitios! Pero dudo que nadie lo cuente mejor que tú, con ese arte. Lo de la señora con la silla eléctrica en el «hostal Royal Manzanares»…¡para mondarse!

    Venga, primo, mucho ánimo y yo también rezo por ti. ¡Un abrazo para ti y tu familia!!

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