Hola amigos,

Disculpad que haya tardado más de la cuenta en escribir, han sido días intensos en los que los acontecimientos me han ido requiriendo una atención más cercana a las personas que me han ido necesitando. Seguro que al terminar de leer lo entenderéis.

Ayer tuve mi revisión, con cierto temor porque iba algo resfriado. Sin embargo todo salió bastante bien. He engordado otros 1.3 Kg en 12 días, el hígado sigue alto aunque va un poquito a mejor, la medicación me la reducen ligeramente y sobre todo el resfriado parece que se queda en un susto. 🙂

Ayer también, tras un año en mi cuerpo, me quitaron el catéter que estaba instalado en mi brazo y que iba por mi cuerpo hasta el sistema circulatorio central. El nombre científico es «Picc» (Peripherally Installed Central Catheter). Un tubito de unos 70 centímetros que, introducido por encima del codo, penetraba a través de la axila hasta una de las venas más importantes del cuerpo. El PICC, un arma sin la cual no hubiera sido posible este tratamiento que me acerca por momentos al mundo de los sanos.

Para eliminar el PICC el procedimiento es sencillo a la par que grimoso: se tira lentamente y va saliendo de dentro de tu brazo el tubo completo. La sensación es como si fueran sacándote parte de tus entrañas, como en esas películas de terror… Pero en mi caso era más una sensación sicológica que real.

Estas semanas he vivido en medio del mundo de los enfermos y convalecientes, pero desde el otro lado de la barrera. Mis hermanos se han sometido a leves intervenciones quirúrgicas para eliminar unos pólipos y un nódulo en la garganta. Es curioso, pero pude comprobar las sensaciones del acompañante. Por muy leve que sea todo, siempre queda la incertidumbre, la (siempre larga) espera del momento, y sobre todo el deseo de que el enfermo sufra lo menos posible. Por eso, a todos los que habéis estado tan cerca de mi situación, os quiero reiterar mi agradecimiento, mi cariño extremo por solidarizaros con mi situación, y por haber vivido, sufrido y reído a mi lado. Gracias de corazón.

Y en estas circunstancias tengo que hablaros de alguien muy querido para vosotros y para mí, que es Borja. Mi querido compañero de la 609 está peor y lo está pasando muy mal. Estos días hemos estado muy cercanos a él y a su familia. La experiencia nos ha enseñado por un lado lo dura y desconocida que es esta enfermedad, por otro lado la obligada soledad a la que se ve uno sometido en la sexta planta, debido a los protocolos de aislamiento. Por eso, sabemos también cómo se agradece en estos momentos la visita furtiva, el abrazo y el apoyo de unos amigos que te van a comprender y que no tienen miedo al entorno de la sexta planta…

La gente puede hacerse amiga en el trabajo, en un bar, de vacaciones… Borja y yo nos hemos hecho amigos luchando entre la vida y la muerte. Y esto crea lazos tan fuertes que no se pueden explicar. El corazón se abre, y compartimos conversaciones muy profundas en esa espera infinita a que la medicina y nuestro cuerpo hagan su trabajo.

Borja es tan valiente que no quiere ninguna sedación preventiva. Quiere seguir paladeando con la máxima lucidez cada día regalado, aunque sea entre amargos dolores. Y yo lo admiro por ello. En estos duros momentos, os pido una oración por mi amigo. Que en realidad sé que es nuestro amigo, porque le queréis y apreciáis igual que yo. Por su familia: sus padres Miguel y Rafi, sus hermanas, su mujer Jeni, su hijo…

El dolor de acompañar a los que sufren supone muchas veces sentir como si te arrancasen las entrañas. Y es que el amor y el cariño se encarnan muy dentro, físicamente más profundo de donde puede llegar cualquier PICC: se guardan en el alma y en el corazón.

¡¡¡Vamos, Borja!!! Te queremos. Yo confío. Un abrazo a todos.